miércoles, 13 de octubre de 2010

Aprender a decir basta

A raíz de los comentarios realizados en el post de "Los Gomer y las urgencias" he recordado un caso que viví hace tiempo.
Acudió a urgencias un paciente remitido desde un hospital de cuidados paliativos por presión familiar. Se trataba de un paciente que había sufrido un accidente de tráfico unos meses atrás, por lo que había quedado tetrapléjico y con un deterioro cognitivo y bajo nivel de conciencia, incapaz de comunicarse como consecuencia de un daño cerebral irreversible. Unos días antes el paciente había sufrido un empeoramiento motivado por una infección respiratoria que le dificultaba la respiración, y no respondía al tratamieto habitual, por lo que la única solución era conectarlo a una máquina para que le ayudara a respirar. 

A urgencias acudieron muchos familiares acompañando al paciente, que me rodearon cuando les llamé para hablar con ellos, y exigían al unísono que su familiar fuera ingresado en la unidad de cuidados intensivos. Iniciaron su discurso con tono amenzante, con cosas como pleitos y demandas por negar la asistencia. Intenté exponerles las posibilidades terapéuticas y la conveniencia de las mismas, pero no querían escuharme. 

Entendí que no había nada que pudiera decir para hacerles cambiar de opinión, por lo que llamé a los compañeros de intensivos, quienes acudieron atónitos a mi llamada. Compartían mi opinión, pero también ellos se dieron cuenta de que era una batalla perdida en el contexto de una guardia a las once de la noche, no era ese el momento para hacer reflexionar a la familia, no lo íbamos a conseguir.

Finalmente, los intensivistas, tras una larga conversación con la familia, decidieron ingresar al paciente y abrir un orificio de traqueostomía para conectarlo al respirador. 

Así quedó la cosa, yo me fuí a casa con la sensación de no haber hecho lo correcto, con la esperanza de que en el hospital existiera un comité de ética que intercediera por el paciente, pues hasta el momento, la capacidad de decisión sobre los actos médicos recaían sobre su familiar más directo, al no poder ser el propio paciente quien expresara sus deseos y no haber dejado un documento de voluntades anticipadas.

Me pongo en el lugar de la familia, me puse desde el primer momento, sé que no es fácil decir adiós a un ser querido, sé que no es fácil dejarlo marchar, y aferrarse a la vida parece lo lógico. Pero en casos como este, creo que lo que deberíamos pensar es que lo realmente difícil es hacer sufrir a una persona que no puede decidir por sí misma, no es justo, no es justo que para evitar el sufrimiento de una familia por la pérdida prolonguemos el sufrimiento de un paciente.

En momentos como este sólo me viene a la cabeza algo que me enseñaron en la facultad y que me quedó grabado a fuego: "Primum non nocere"

4 comentarios:

  1. Deberíamos aprender desde pequeños a aceptar la muerte, vivimos de espaldas a ella, como si no existiese, gastamos una cantidad de recursos en cosas absurdas por no tenerlo claro que asusta.

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  2. Totalmente de acuerdo!!!
    Sé lo difícil que es esta situación para la familia pero... Son este tipo de cosas las que me hacen querer hacer el Testamento Vital. Y no creo que tarde...

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  3. Pues sí, yo cada día también pienso más en la importancia del Testamento Vital. Debería de darse a conocer más entre la población y facilitar el acceso a él.

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  4. Este tipo de cosas creo que se evitarían si en las familias se hablase más sobre la muerte.

    Cierto que nadie quiere hablar sobre ello ni sobre este tipo de situaciones, y menos pensar que le puede pasar a un ser querido, pero si se hablasen estas cosas seguramente situaciones como estas se darían mucho menos de lo que se dan.

    Seguro que si se hubiera hablado del tema en esa familia ese paciente no hubiera salido del hospital de cuidados paleativos.

    Una cosa es encarnizarse cuando aún hay esperanza de mejora y otra es retrasar agónicamente lo inevitable.

    ¡¡¡Un saludo a tod@s!!!

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