lunes, 8 de noviembre de 2010

La ironía de la culpa

Hace un tiempo acudió a urgencias un paciente que había ingerido involuntariamente una pequeña cantidad de lejía. 

Se trataba de un paciente de unos 75 años, Manolo, vivía con su mujer, María, en su casa del pueblo. El día anterior, María había estado limpiando la cocina, y había dejado lejía en un vaso al lado del fregadero. 

Manolo llegó por la mañana a su cocina reluciente después de su paseo matutino por el pueblo y de haber trabajado un poco en el campo, muerto de sed, y vió un vaso lleno de "agua", así que dió un buen trago...Rápidamente se dió cuenta de que algo no iba bien, comenzó a sentir como le quemaba en agua en la boca y una sensación de fuego en el pecho....Al oirlo toser, María acudió corriendo a la cocina y se dió cuenta de lo sucedido....Muerta de miedo llamó a sus hijos que trasladaron a Manolo al hospital, no si antes increpar a su madre por la impruencia que había cometido dejando la lejía en un vaso...Ella estaba muy nerviosa y estaba ya mayor, sus hijos decidieron que era mejor que se quedara en casa a la espera de noticias.

Llegó Manolo a urgencias con sus hijos, con los síntomas típicos de la ingesta de un cáustico. Sin embargo, dado que Manolo se había dado cuenta de que el contenido del vaso no era agua, no había ingerido una gran cantidad, y aunque los daños que había sufrido revestían gravedad, todas las pruebas que le realizamos parecían indicar que iba a evolucionar favorablemente, quedando quizás con alguna secuela, pero se recuperaría...

Informé a los hijos del pronóstico, tranquilizándoles en la medida de lo posible, les expliqué que le íbamos a ingresar para continuar con el tratamiento y observar su evolución, pero que esperábamos que todo fuera bien y volví con el paciente.

Los hijos llamaron a María a la casa del pueblo para comunicarle las buenas noticias, pero María no contestaba al teléfono, lo intentaron varias veces sin suerte...intranquilos vinieron a decirme que iban a ausentarse un rato, pues estaban preocupados por su madre, y querían ir a buscarla para traerla con Manolo ahora que había pasado el peligro. Les dije que no se preocuparan, que Manolo estaría unas horas más en urgencias y yo estaría con él.

La guardia siguió como siempre, con el trasiego de pacientes típico de los servicios de urgencias, hasta que unas horas más tarde vi entrar por la puerta una ambulancia. Traían a una paciente de unos 70 años, inconsciente y con evidentes signos de gravedad, corriendo detrás venían los hijos de Manolo con la cara desencajada. 

Era María, mientras esperaba noticias de su marido allí sóla en su casa, pensó que Manolo moriría por su "culpa", por su imprudencia al haber dejado la lejía en un vaso en la cocina, se sintió desolada, ella no se lo perdonaría nunca, y sabía que sus hijos tampoco lo harían. María no podía vivir eso, con la carga de haber "matado" al que había sido su compañero durante toda su vida...Vió la botella de lejía, y decidió quitarse la vida de la misma forma, decidió que la vida no merecía la pena sin Manolo y pensó que lo justo era acabar igual que su marido, así que se bebió toda la lejía que quedaba en la botella, no un sorbo como Manolo, sino toda la botella....

Así llegó María a urgencias, sumida en la culpa y la pena y en estado muy grave...Intentamos estabilizarla con todas las medidas posibles, pero tras realizarle las pruebas pertinentes pudimos comprobar que en su caso los daños eran demasiado extensos, y en esta ocasión, no había nada que pudiéramos hacer, los daños eran irreversibles y ni siquiera la cirugía podía ayudarla....Conseguí poner a María en una cama al lado de Manolo, a ella se le iluminó la cara al ver que su marido estaba bien...y con esa sensación la dejé antes de sedarla para evitarle el dolor que suponían sus lesiones....

Manolo se recuperó físicamente en unos días, pero María no lo consiguió...

Os parecerá una historia propia del cine o la televisión, en cierta medida recuerda un poco a la historia de Romeo y Julieta, pero esta historia que os cuento es real, la viví de cerca en una guardia hace unos meses, y no puedo transmitiros con palabras la pena que sentí cuando los ví a los dos en urgencias y comprendí los motivos que habían llevado a María a tomar la determinación de acabar con su vida de la misma forma que ella pensaba que había hecho con Manolo...



"El veneno, lo veo, ha causado su fin prematuro. -¡Oh! ¡Avaro! ¡Tomárselo todo, sin dejar ni una gota amiga para ayudarme a ir tras él! -Quiero besar tus labios; acaso exista aún en ellos un resto de veneno que me haga morir, sirviéndome de cordial"
Romeo y Julieta

4 comentarios:

  1. Madre mía... Vaya historia más tremebunda... :'(

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  2. Joder, y perdón por la expresión, pero no se puede suavizar.

    JO-DER.

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  3. Pues si, se que la historia es muy triste, pero la emoción que traduce me pareció digna de contar...

    Gracias por vuestros comentarios!

    Un abrazo

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  4. Dios mío ¡Qué tragedia! ¡Pobre familia! ¡Pobre mujer, pobre marido y pobres hijos!

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