martes, 2 de noviembre de 2010

Choque de creencias

Hace un tiempo acudió a urgencias un paciente que estaba vomitando sangre. El paciente presentaba signos que traducían una pérdida sanguínea importante y precisaba de una actuación inmediata. Tras la anamnesis y valoración inicial me dispuse a informar al paciente sobre la situación y le indiqué que, entre otras medidas terapéuticas, iba a ser necesario realizarle una transfusión sanguínea, una terapia bastante frecuente en diversas situaciones de urgencias.

Hasta ahí todo transcurrió con la "normalidad" que se puede esperar en este tipo de situaciones, entendiendo "normalidad" como el transcurso habitual de los procesos médicos según los protocolos establecidos. Sin embargo, pude observar la expresión del paciente cuando le informaba acerca de la transfusión de sangre. Su expresión era de rechazo absoluto,  y en un principio no alcanzaba a comprender por qué. Normalmente los pacientes sienten aprensión a este tipo de terapias, es lógico, pero no suelen expresar ese rechazo tan categórico, a no ser que haya alguna otra razón para ello que el mero escrúpulo.

Este era el caso de mi paciente, rápidamente me explicó que sus creencias religiosas no le permitían aceptar dicho tratamiento, era Testigo de Jehová, y según me explicó, para él, aceptar que se le realizase una trasnfusión suponía no acatar la voluntad de Dios, según lo que entendían de diversos pasajes de la Biblia, y eso conllevaría perder la esperanza de la resurrección  y la vida eterna, además de dar la espalda al resto de su comunidad, con el consiguiente rechazo social que eso le supondría....

Yo me considero una persona de mente abierta, y en general capaz de ponerme en el lugar de los demás, o al menos, capaz de intentarlo, soy respetuosa con las creencias y opiniones de mis pacientes, y en el resto de ámbitos de mi vida en general, pero en esta ocasión, pude vivir de cerca un conflicto ético que me tuvo en vilo durante bastante tiempo.

Las otras medidas terapéuticas que se instauraron no resultaron efectivas y dada la gravedad del proceso que presentaba el paciente la única solución viable era una cirugía de urgencia. Pero para poder realizar esta cirugía también era necesario contar con la reposición de la pérdida de sangre que presentaba el paciente, pues de otra manera, su vida corría serio peligro.

Mantuve una conversación al respecto con el paciente, informádole de que podía morir si no aceptaba la trasnfusión, pero su convicción era férrea, y me afirmó impasible, que si eso era lo que estaba escrito para él, pues así sería, prefería morir antes que recibir una trasnfusión y dar la espalda a sus creencias.

Impotente, salí a buscar el apoyo de sus familiares, con la esperanza de que al hablar con ellos compredieran la situación de riesgo vital y consiguieran hacerle entrar en razón...Pero de nuevo me encontré con la misma barrera, como era de esperar, ellos compartían su convicción y de la misma forma asumieron la muerte de su ser querido antes que aceptar la transfusión.

Entonces me planteé varias cosas, por un lado mi labor como médico consisten en promover y mantener la salud de mis pacientes y por otro lado mi deber es ofrecer a cada paciente el método terapéutico más efectivo y a la vez menos lesivo para su patología. Y aquí entra la complejidad del concepto de lesividad, pues lo que uno puede considerar poco lesivo para el cuerpo, puede en ocasiones suponer un gran agravio para el alma, y al fin y al cabo, el ser un humano no es una máquina que haya que reparar, es en realidad, un complejo conjunto físico y emocional, y el concepto de salud, depende del bienestar de todas las esferas que componen el ser humano.

Así pues, ofrecí al paciente toda la información que pude respecto a su situación y las consecuencias de sus actos, recordándole la absoluta confidencialidad de su decisión, especialmente importante si decidía aceptar la transfusión y pude comprobar como, efectivamente, se encontraba en plenas facultades para tomar la decisión que estaba tomando, por lo cual, me vi obligada a acatar lo que me pedía y aceptar su rechazo. 

Así lo hice, y así le acompañé durante el proceso, siempre dejándole ver que si en algún momento cambiaba de opinión, una sóla palabra sería suficiente, pero no lo hizo, no cambió de opinión, se mantuvo firme a pesar de sentir como su vida pendía de un hilo, transmitiendo esa paz espiritual que conlleva el creer que estás a punto de emprender un nuevo camino...pero aún hoy me pregunto: ¿es eso suficiente para mi como médico?

7 comentarios:

  1. Debe ser muy duro ver la muerte de un paciente que no se deja tratar.

    ResponderEliminar
  2. Vaya, he escuchado varias veces esta misma historia y siempre me deja entre pensativo y enojado. Pero bueno, cada quien adopta la creencia que mejor le parezca y al final la muerte es un proceso natural al que todos llegaremos, de modo que, si así lo decide el paciente y la familia está de acuerdo y lo apoya,¿Qué más puede hacer el médico?. Yo creo que nada. Hay una frase que dice "No puedes ayudar a quien no quiere ser ayudado".
    Saludos

    ResponderEliminar
  3. Nosotros también tuvimos un caso parecido (le reventó el bazo en un accidente de tánsito)y también se quedó todo el equipo con la cara de impotencia de no poder hacer nada, más que ver como una persona se dejaba morir por una creencia.

    Por muy respetable que sean todas las creencias, disiento de cualquiera que pueda degradar la condición humana o la cual se anteponga a la vida, y por muy conciente que esté el paciente esté en dicha situación, no pude evitar de pensar de que el paciente era un fanático que se dejaba morir por una simple idea, y así fué su final...

    Entiendo lo que quieres decir y la verdad es que no puedes evitar que se te quede mal cuerpo.

    ¡¡¡Saludos a tod@s!!!

    ResponderEliminar
  4. La verdad es que es un tema difícil para los médicos, al fin y al cabo nuestra vocación es cuidar de la salud y saber que tienes un posible tratamiento para el paciente y no poder administrárselo genera mucha impotencia....!!!! Sobre todo porque cada día ves a personas luchando por su vida, ves a otros que la pierden de forma inesperada y ves el dolor de su familia, y eso te ayuda mucho a valorar la vida en sí...pero claro, como digo en el post, debemos respetar y aceptar la voluntad del paciente, puesto que realmente, no tratamos a una máquina, sino a una persona en su conjunto, y a veces en este conjunto las piezas no encajan como nosotros esperaríamos...es la complejidad del ser humano...

    Gracias por vuestros comentarios!

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  5. Es la complejidad del ser humano .... hay para gente que sus creencias son más importantes que su propia vida .... me pregunto ¿si es un niño harán lo mismo? ....

    ResponderEliminar
  6. En un niño, por lo que yo sé, si la familia se niega, al crio se les separa de éstos y se aplica el tratamiento que haga falta.

    A mí me han contado que normalmente, los padres saben que por ley, un juez acabará por dar al hospital la razón y una de dos, o hacen el paripé de no querer que se le aplique el tratamiento con las posibles consecuencias que pueda tener para su custodia o llegan a un acuerdo con el personal médico y les piden que hagan un 2º informe médico para su comunidad donde no se mencione que se le han administrado hemoderivados, ya que esta comunidad tan "compresiva y piadosa" ve con muy malos ojos a los feligreses que se le han admnistrado hemosderivados y mejor no hablar de los transplantados...

    Por cierto, ya que esta gente defiende tanto la vida y el derecho del personal sanitario a hacer objeción de conciencia en el tema de los abortos, tendrían que ser consecuentes y dejar que objetemos a la hora de tener que tomar parte en un suicidio por omisión, aunque tenga todo el derecho por ley de dejarse matar, igual que las mujeres que cumplen unos criterios ya degislados a abortar ¿No les parece?

    ResponderEliminar
  7. De verdad que debe ser fuerte estar en esa situación

    ResponderEliminar